Los mecanismos de participación ciudadana están desaprovechados. Sobran muestras de la escasa o nula participación cuando están dadas las garantías para que la gente pueda opinar sobre determinadas cuestiones.
El debate del presupuesto de Roca tuvo apenas un expositor interesado en expresar su opinión desde el lugar de los ciudadanos. Sin embargo, la soledad de la exposición y su punto de vista pierden fuerza cuando los proyectos vienen con avales previamente acordados. Es decir si ese ciudadano no se hubiera anotado, en la práctica hubiera sido lo mismo.
Y obvio que no se pretende que la voz de un ciudadano cambie el rumbo de un presupuesto elaborado por el gobierno de turno, pero sí que su participación redunde en beneficios para la ciudad o para algún barrio. Es decir, no sólo se trata de escucharlos cuando exponen sus pareceres, ya sean uno o más participantes, sino que se tomen en cuenta algunos de su planteos y que la misma ciudadanía sepa en qué quedan sus opiniones.
Intento explicarme las razones de la muy pobre participación ciudadana y se me ocurre pensar que tal como están planteados los mecanismos se convierten más en una formalidad, donde se abre el micrófono al ciudadano por tantos minutos, se lo escucha y todo queda reducido a esa participación.
Eso sin dudas desalienta a que otros lo imiten y se anoten para opinar sobre temas centrales de la ciudad. Es decir, no alcanza con ser escuchados si las inquietudes quedan en la nada. Obvio que no se podría atender todas y cada una de las demandas que surjan, pero tal vez sea oportuno abrir el juego al debate para que esa participación que tanto cuesta se convierta en más atractiva.
Es un momento complejo el presente, pero cuando no había pandemia la participación también era muy pobre, de manera que sin dudas resulta poco atractivo para los ciudadanos exponer para que todo quede en la formalidad.
