En realidad no debería llamarse política o planes de tierras. La cuestión va mucho más allá de eso. Debería llamarse política de viviendas o de acceso a un hogar con mucho de esfuerzo propio, pero con un Estado más presente. A una persona de escasos o casi nulos recursos que apenas le alcanza para sobrevivir, que le den un terreno no le resuelve nada. Solo con la tierra terminarán viviendo debajo de cuatro postes y envueltos en un nylon negro.
No es ayuda si en realidad los estamos condenando a vivir en esas condiciones. El Estado presente no es el que regala, es el que ayuda. Con terrenos, con servicios y por qué no con aportes en materiales. Y que la construcción sea supervisada por ese mismo Estado para que el resultado sea digno. A la larga, una toma termina siendo mucha más costosa para un municipio o una provincia que si se organizara desde el comienzo una entrega pactada.
No hay excusas presupuestarias cuando la política tiene tantas deudas con la sociedad. El gasto político equilibrado y racionalizado permitiría dar esas respuestas que se traducirán en calidad de vida para mucha gente.
El estado que regala fracasó, porque si da terrenos es posible que muchos de ellos después se revendan porque tal vez el beneficiado ni siquiera pueda hacer las bases, o porque se presta para que aparezcan interesados poco claros.
Ni Roca con su banco de tierras ni la provincia con su IPPV pudieron resolver la enorme demanda habitacional. En todo caso apenas fueron respuestas parciales que alguna gente pudo aprovechar. Pero a ese vecino que gana el mínimo, que no tiene terreno y que no puede construir por sus propios medios, no le alcanza con la tierra. Y la política de darle a los gremios la posibilidad de poner en marcha planes de entrega de viviendas no contempla a esa franja enorme de trabajadores que no tienen detrás a una organización que pelee por ellos. Es decir, hay una franja muy amplia de ciudadanos cuyo acceso a la vivienda está lejos de su alcance.
Por: Jorge Vergara jvergara@rionegro.com.ar