Las bajas temperaturas a metros del río Negro en Roca, la falta de colectivos y el riesgo de las crecidas ponen a prueba a los vecinos que viven en estos barrios ribereños.
Estas son las historias de personas que atraviesan la cuarentena por el coronavirus en el extremo sur de la ciudad, donde casi se encuentran aislados por la ausencia del transporte público.
El Barrio La Costa está ubicado a unos 10 kilómetros del centro de Roca y a unos 150 metros del río.
Desde hace casi un mes los vecinos sufren la falta de colectivos ya que la empresa 18 de Mayo no opera más en la ciudad.
El lunes 11 del mes pasado fue el último día en que el servicio recorrió las calles de La Costa.
“El taxi sale re caro, son más de $600 para llegar, uno que no tiene trabajo tiene que contar las monedas”, expresó preocupada Nélida Melillán de 67 años que es pensionada.
La vecina contó que sufre de la presión alta y todas las semanas necesita ir hacer la consulta médica al hospital pero no puede porque no tiene el dinero para pagar el taxi.
Sus hijos que si tienen vehículo van a dejarle los medicamentos y también se turnan para llevarla al centro médico Francisco López Lima.
Nélida explicó que cuando comenzó la cuarentena habían disminuido los recorridos y no pasaban a horario. Habían dos servicios a la mañana y uno a la tarde.
“Llegaban hasta con dos horas de retraso”, contó.
La vecina suele ser la que encabeza los reclamos en el barrio.
“Hace unos días vino un ingeniero y donó alimentos para los más humildes, hay muchos que no tienen trabajo”, dijo.
Señaló que las crecidas en el río también complican al barrio.
La semana pasada el caudal erogado desde el embalse compensador Arroyito se incrementó para generar más energía y abastecer la demanda.
Si bien las crecidas del río todavía no llegaron con fuerza al barrio, Nélida señaló que esto provoca igual problemas en los pozos ciegos porque no tienen cloacas. “Suben las napas de agua y se llena el pozo, es horrible”, expresó.
Mientras conversaba con el equipo de Río Negro lo hacía sin tapaboca.
“No me da miedo el virus, si tiene que pasarme algo va a pasar cuidándome o no”, aseguró.
Emprender en Paso Córdoba
Juan Manuel Rosini y su pareja Karina tienen 31 años y llegaron hace cuatro meses de Lobos, una ciudad que está a 100 kilómetros de Capital Federal. Cambiaron la agitada rutina que les ofrecía esa zona de Buenos Aires por la tranquilidad de Paso Córdoba a 15 kilómetros del centro de la ciudad.
Su sueño era producir cerveza artesanal pero tuvieron que postergarlo hasta que pase la cuarentena. Sin embargo no se quedaron con los brazos cruzados y pusieron una despensa que también funciona como carnicería.
Juan contó que llegó a Paso Córdoba a través de un amigo bonaerense que hace 10 años se había mudado a esta zona de Roca que está al lado del río.
“Hacía trabajos de electricidad en Buenos Aires por mi cuenta, aunque tenía laburo quería un cambio en mi vida”, mencionó.
Una vez viajó para conocer el barrio ribereño y quedó encantado por la naturaleza del lugar.
“Es turístico y el clima me gusta, es menos húmedo que en Buenos Aires”, mencionó.
Juan le contó a su esposa Karina sobre Paso Córdoba y ella lo siguió sin saber lo que le esperaba.
“Un día cargamos el Siena con las cosas y nos venimos”, dijo.
Ni bien arribaron Karina también se enamoró del paisaje, “acá es tranquilo, la gente es otra cosa”.
La joven pareja tiene un hijo de nueve años que se llama Santino. “Arrancó el colegio contento y con la cuarentena está en casa haciendo la tarea”, señaló Juan.
“La llevamos dentro de todo bien, hay que pelearla y no bajar los brazos, si te echás para atrás perdés”, expresó.
El tractorista que dejó la chacra por la carpintería
Cirilo Pidu Nahuel a sus 69 años la pandemia no lo detiene y fabrica mesas y sillas en el garage de su casa. El vecino vivió casi toda su vida en Paso Córdoba. A los 50 años tuvo un accidente de trabajo, se fracturó una pierna tras caerse de un tractor en una chacra. Luego de esto tuvo que jubilarse y cambiar de rubro ya que no pudo volver a operar la maquinaria.
“Desde el seguro que me atendía me ofrecieron pagarme un curso de carpintería o electrónica pero no me gustaba tener que arreglar electrodomésticos”, contó.
Cirilo no dio muchas vueltas y optó por trabajar la madera. En el año 2000 comenzó a fabricar sus primeras sillas y mesas pequeñas que puso a la venta. Ahora hace puertas y ventanas por encargo.
Mientras daba esta entrevista lijaba una madera. “Estoy haciendo un marco para una ventana y después ponerle unos vidrios, esto es para mi casa”, mencionó.
A pesar de que la actividad está en crisis y cada vez hay menos carpinteros, el hombre sigue apostando al arte de darle forma a la madera. “Muchos eligen los muebles de fibrofácil, pero yo sigo teniendo clientes que me compran, tengo buenos precios”, aseguro.
El artesano elige el pino para trabajar y en esta cuarentena se entretiene operando el torno. Cuando tiene que hacer algún trámite o las compras al supermercado usa su auto Volkswagen Gol.
“Algunos usan la bicicleta y otros la moto pero otros la tienen difícil porque no hay colectivos”, comentó.
Cirilo recordó que las crecidas del río complicaban mucho hace años a los vecinos. Sin embargo desde que se hizo el terraplén “el agua no cruzó más para este lado”.