Roca duplicó sus casos de covid-19 a una velocidad tan acelerada, que si fuera distrito independiente ya hubiese retrocedido en las fases de la cuarentena.
De hecho, esa posibilidad no se descarta entre las autoridades sanitarias, que lanzaron el fin de semana un pedido casi desesperado a los vecinos, para que no salgan de sus casas.
El virus está circulando.
Y por su carácter interdisciplinario, el equipo de vigilancia epidemiológica del hospital tiene muchas herramientas y experiencia para establecer los nexos de una persona contagiada. Pero hay una barrera que todavía no pueden atravesar: el silencio o las mentiras de esos roquenses que no quieren contar con quiénes estuvieron durante los días previos a la enfermedad.
Ese acto pensado seguramente como una salvación individual es el que está generando un problema colectivo, porque los profesionales del López Lima no llegan al caso cero de cada grupo y no pueden cortar la cadena de contagios.
Si ese bloqueo no llega a tiempo, el coronavirus afectará a más personas. En esa lista aparecerán adultos mayores, una franja que casi no fue alcanzada en estos casos recientes. Y esas muy probables internaciones se sumarán a las que cada invierno deben hacerse por neumonía, influenza y otras patologías respiratorias. Roca estará entonces dentro de la tormenta a la que siempre quiso escapar.
La complejidad del escenario sanitario local convierte en quimeras los pedidos de flexibilizar más la cuarentena.
Es entendible que esos reclamos surjan de quienes no pueden trabajar desde el 20 de marzo. Hay legitimidad en esos grupos y es evidente que las medidas tomadas hasta el momento no son suficientes para contenerlos.
Es en el resto de las voces que irrumpen ahora -incluso con acciones judiciales- donde se advierte un acto de oportunismo político antes que una defensa genuina de las libertades individuales.
La extensión del aislamiento obligatorio puede discutirse en ciudades o zonas que llevan más de dos semanas sin casos activos. En Roca, en este momento, no parece aconsejable, porque no sabemos ni siquiera el impacto epidemiológico de la apertura que ya se hizo.
Pero no sólo hay oportunismo a viva voz, sino también en el silencio.
Si no fuera así, el mismo sorismo que salió a pedir renuncias cuando se produjo el primer pico de contagios en Río Negro debería estar cuestionando ahora el supuesto mal manejo de la acción preventiva en Roca. Ocurre que la intendenta tiene un rol fundamental en el Comité Sanitario local y entre los profesionales del equipo de vigilancia del hospital hay militantes activos del Frente de Todos. Conclusión, aquellas críticas implacables no se repetirán.
Antes las responsabilidades eran políticas. Ahora son exclusivas de los vecinos que no respetan las pautas de aislamiento.
Asumir que hay un poco de todo eso y no solo blancos y negros ayudaría a varios dirigentes a evitar contradicciones entre sus dichos recientes y el mutismo actual.
La coherencia vale oro. No hay lugar ni tiempo para hacer política tomando atajos.
Son días con cientos de urgencias que esperan decisiones eficientes de los hombres y mujeres del Estado.
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